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lunes, 1 de junio de 2015

¿Por qué ya no bailamos? Una propuesta para matrimonios


Para una gran mayoría nos es conocida la película Kramer contra Kramer, donde un matrimonio se plantea el divorcio y por ende se enfrentan en los juzgados por la custodia de su hijo pequeño. Hace unos años podríamos pensar que lo vivido por los personajes de esta película nos tocaba de lejos. Sin embargo a día de hoy es más frecuente de lo que quisiéramos creer. ¿Qué les pasa a las parejas que un día concreto en sus vidas se prometieron amor eterno?

Muchos matrimonios por muy diversas causas van distanciándose a lo largo del tiempo y puede que muchos alcancen la separación o el divorcio. Asímismo influenciados por una mentalidad emotivista y divorcista todo les aboca a no ver otras alternativas posibles para solucionar sus dificultades. Y es que ser fiel a esa primera promesa cuesta lo suyo a medida que la convivencia, los cambios y las cosas menos pensadas van surgiendo. En ese tiempo la pareja se olvida de cuidar un espacio para ella, ¡han dejado de bailar! Y no me refiero a que se tengan que apuntar a clases de baile o salir a bailar, pero sí que es cierto que en la mayoría de los casos las parejas se conocieron bailando, bailaban juntas, bailaban abrazados, bailaban al compás o lo intentaban poniendo todo su empeño. 

Ahora, si “bailan”, les cuesta recuperar esa sincronía; han olvidado la esencia de lo que supone los primeros encuentros, los ritmos, la melodía que pusieron a sus vidas, y muchas otras cosas que quizás les gustaba hacer antes y que ahora, o bien no se acuerdan o lo han descuidado por el camino, porque han dejado que el ritmo de la vida les domine.

Todas estas ideas me vienen a veces a la cabeza a la hora de ver en terapia a estas parejas que han dejado de bailar. ¿En qué momento sucedió esto?, ¿y qué pasó para que no se dieran cuenta? 

Es cierto que son cada vez mayores las dificultades que viven hoy en día muchos matrimonios y que se decantan por la separación o el divorcio, pero también me encuentro con muchos otros en los que son estas mismas dificultades las que les llevan a seguir superándose y "bailar" quizá de otra manera muy distinta a la que antes estaban acostumbrados.

De esta manera creo que el baile es una de las mejores metáforas para definir lo que ocurre en el transcurso de la relación de pareja, cuántos no hemos bailado y cuántos tenemos en mente a magníficos bailarines como a una Jennifer López con Richard Gere en shall we dance, o mucho mejor, a una de las parejas más famosas de todos los tiempos, Fred Astaire y Ginger Rogers, que danzaban al ritmo en perfecta sincronía.

Así es, el baile es movimiento, es ritmo, un arte que quizá todo el mundo no pueda alcanzar pero sí recuperar en la vida. Y más aún los matrimonios, pues ¿qué no es su vida si no llevar un equilibrio en su relación donde uno aporta unas cosas y el otro otras, favoreciendo esa complementariedad que ayuda a que la relación crezca? Cada miembro de la pareja en unos determinados momentos o bien se apoya y se sostiene o bien guía y levanta, aunque el peligro viene cuando uno solo se mantiene en una posición, cuando uno se cansa de bailar de la misma manera, con los mismos zapatos, o por qué no, con la misma pareja. Así uno de los miembros de la pareja claudica de sus responsabilidades y lo deja todo en manos del otro, y se va olvidando el reconocimiento mutuo.

Y es que, como ocurre con la música cuando uno baila, que hay que pararse y escuchar primeramente para saber posicionarse, así ocurre también con la pareja, ambos tienen que escuchar mucho al otro, y no darlo ya todo por sabido, reconocerse, valorarse y dedicar ese espacio en el que de nuevo comiencen poco a poco a bailar juntos. 

Por todo esto, ¿qué tal si comenzamos a bailar de nuevo? Todo es posible, lo primero es cambiar nuestras actitudes, pedir ayuda si la necesitamos, así como establecer redes de apoyo con otros matrimonios. Solo así podremos lanzarnos a la pista de baile, que suene la música y comencemos a bailar. Se va haciendo necesario que recuperemos una visión positiva del matrimonio y así retomar las palabras que tan bellamente pronunció en su día Kierkegard: “El matrimonio es y seguirá siendo el viaje de descubrimiento más importante que el hombre pueda emprender”
¡Porque tu matrimonio merece la pena, no lo descuides y apuesta por él!


Mª Del Carmen González Rivas. Psicóloga

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